Nuestros saqueadores Reflexion Fernando Chomalí
Fernando Chomalí, arzobispo de
Concepción.
Nuestros saqueadores
Quienes saquearon los supermercados
en estos días son parte de nuestra sociedad: estudiaron en las escuelas y
colegios y, algunos de ellos, -muy endeudados- , en las universidades que las
políticas públicas generaron. Lo más probable es que sus abuelos (en muchos
casos, pilar de sus familias) estén esperando hace años una operación y muchos
murieron en el intertanto. Nuestros saqueadores sienten que no le deben nada a
Chile, salvo penurias y humillaciones. Los dejamos solos por años. Eso nos
debiese avergonzar.
Las leyes actuales en materia de
familia – y en nombre de la libertad- , no sólo no promueven la natalidad sino
que además premia al padre que abandona a su mujer. En Chile un alto porcentaje
de las mujeres están solas, pasan muchas horas fuera de su casa, o en un
sistema de transporte colapsado, para procurar el pan de cada día. A nuestros
saqueadores nadie les dijo “buenas noches” o “hasta mañana” con un beso en la
frente. Nadie les enseñó a decir perdón, permiso y gracias. Como cada uno es lo
que aprende en su casa, ellos tampoco lo hacen. Como si fuera poco, tres de
cuatro han sufrido algún tipo de agresión en su infancia y a sus abuelos les
llegarán pañales si los vecinos hacen una rifa o la parroquia una colecta.
Nuestros saqueadores se enteran de
los sueldos de las autoridades y ven como sus familias sobreviven con una
pensión raquítica. Nuestros saqueadores son continuamente tentados por los
narcotraficantes, carecen de la figura paterna y de una voz con autoridad que
los guíe. En este escenario, es paradójico ver, por una parte, a los mismos que
dijeron en el Parlamento que hay razones para terminar con una vida humana,
-además inocente e indefensa -, y, por otra, escandalizarse por los saqueos. En
estricto rigor, nuestros saqueadores pensarán, si se puede por ley terminar con
una vida humana, ¿qué puede importar llevarse un escaparate para la casa? En el
empobrecimiento sostenido y público del respeto a la vida humana está la raíz
de lo que estamos viviendo. Para los creyentes está en el olvido de Dios a
quien han querido relegar a la esfera privada. En otro ámbito de la vida
social, sabemos que la publicidad es la fuente de ingreso de los medios de
comunicación que tienen que mostrar rating para subsistir.
Así, como nuestros saqueadores están
conectados, saben de la última oferta del viaje al extranjero –ellos jamás han
salido de su barrio-; saben de las bondades de tal o cual crédito –sólo tienen
acceso a prestamistas inescrupulosos-; les pasean su imaginación con autos y
ropa de lujo – apenas les alcanza para la micro-; se enteran de los logros
macroeconómicos y ellos están por años sin estudiar ni trabajar –son 700.000 en
Chile-; viven hacinados, en casas mal construidas, en barrios alejados de sus
lugares de trabajo y con escaso equipamiento, y, además, endeudados.
Nuestros saqueadores son el fruto de
una serie de políticas públicas que han pauperizado la familia, empobrecido la
cultura y debilitado el tejido social. ¡Tanta estrategia de marketing, vacía y
engañosa! La misma universidad que un día aparece en las páginas sociales
firmando un convenio con una universidad extranjera, al año siguiente cierra
sus puertas y deja a miles de alumnos en la más absoluta indefensión. Y todo
queda en nada.
A los niños y a los jóvenes les hemos
saqueado sus sueños. ¿Qué habrán pensado cuando vieron un desfile de “personas
importantes”, que estaban para velar por el bien común, cuidar a los chilenos,
proteger las fronteras, administrar justicia, hablar de Dios, producir trabajo,
legislar en favor de la comunidad, generar cultura, en los tribunales? ¿Por qué
yo no?, se les habrá pasado por la mente. La ostentación, en medio de tanta
inequidad, que se ve en algunas partes, es ofensiva e hiriente, parte el alma
de la sociedad y se enquista en muchos como odio, rabia e impotencia. “Junta
rabia” o “Sin ley ni Dios”’ son los grafitis que se apoderaron de la ciudad.
No seamos hipócritas, nosotros
engendramos a los saqueadores, son de los nuestros, y tomará mucho tiempo
revertir la situación. Asumir nuestra propia culpa en el ámbito que nos
corresponda, pedir perdón y reparar el mal causado es lo primero, así como volver
a hablar de virtud, de austeridad y de sencillez. No nos engañemos, no será el
ministerio público, las policías ni los militares los que van a terminar con
los saqueos. Será un corazón inteligente y generoso de quienes tienen
responsabilidades en la promoción de políticas públicas que logren más vida
familiar para que los padres puedan educar a sus hijos, y mejores políticas
educacionales para que los profesores puedan enseñar.
Para ello darle el sitial que
corresponde a la familia y a los profesores es fundamental. Por otro lado urge
generar trabajos adecuados y justamente remunerados. Allí a los empresarios,
grandes y chicos, les cabe una gran responsabilidad. Será en la familia, en los
centros educativos y en el trabajo donde se cuajará el futuro del país. Todo lo
demás debe girar en torno a estos tres polos esenciales de lo propiamente
humano. Sólo así terminaremos con nuestros saqueadores.
+Fernando Chomali
Arzobispo de Concepción
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